La lucha de
las mujeres en el deporte
En el vibrante corazón de nuestro Perú, la pasión deportiva prende fuego,
surge una verdad muchas veces olvidada: la lucha diaria que las atletas
afrontan contra el machismo, muy presente. Esa situación va más allá del don
o la constancia; representa una dura guerra por el reconocimiento justo, por
esa anhelada igualdad y el derecho a soñar con logros importantes, en un
ámbito que, históricamente, no ha sido amigable.
Piense en una joven promesa del fútbol femenino, que reside en Trujillo La
Libertad. Se entrena con la misma fuerza que los chicos, sin embargo, su
situación es bien
distinta. En comparación con ellos, con contratos en clubes
con infraestructuras top y sueldos fijos, ella quizá juega en ligas
semiprofesionales o hasta amateur. Esto implica la falta de un i
ngreso estable,
para dedicarse de lleno al deporte. Es usual que las futbolistas se costeen el
transporte para entrenar o jugar, y también, sus cosas y hasta el uso de
canchas. La diferencia es notable: mientras el fútbol masculino se llena de
millones, con auspicios de marcas famosas, el femenino sigue luchando por
presupuestos chiquitos, dificultando el crecimiento y la profesionalización y
hundiéndolas, a menudo, en la precariedad.
La brecha salarial, otra vez, muestra su lado malo. A pesar de que, a nivel
nacional, los salarios femeninos bajan alrededor del 27.8% frente a los
masculinos, en el deporte, esta diferencia es notable. En muchos deportes, las
ganancias de una atleta top femenina son nada, comparadas con lo que gana
un atleta hombre, incluso si rinden igual o mejor. Pensemos: un futbolista de la
Liga 1 gana miles de dólares al mes, mientras que una futbolista de la liga
femenina, con suerte, podría cubrir sus gastos básicos si llega a ganar algo.
Esto no solo daña su vida personal, sino que impide el crecimiento profesional,
a menudo forzando a deportistas con talento a dejar sus carreras antes de
tiempo.
A pesar de todo, la preocupación no se centra solamente en el dinero.
Estereotipos y prejuicios son un obstáculo invisible, sí, pero también muy
fuerte, arraigados profundamente en nuestra sociedad. Aún se cree el deporte,
para solo los hombres, así que cuando una mujer destaca, no solo se celebra
su habilidad, sino que su femineidad se cuestiona o se resta importancia a sus
logros. Hemos visto cómo incluso en los medios y en la sociedad, se usan
apodos ofensivos y se hacen comentarios despectivos, que afianzan la idea
que la participación femenina en el deporte es algo “anormal” o menos valioso.
La normalización de la violencia machista es un doloroso ejemplo de esto.
Incidentes de agresión o acoso por deportistas destacados se minimizan,
incluso, la víctima se cuestiona o se siente culpable. Cuando la repercusión
mediática es poca, estos casos quedan en el olvido muy a menudo,
perpetuando un ciclo de impunidad y desprecio.
Y si la vida de una deportista es ya un desafío, ¡imagínate! Ser madre y atleta
de alto nivel en Perú es casi una verdadera odisea. Varias atletas de élite han
hablado, mostrando su desilusión frente a la escasez de políticas que apoyan
la maternidad por las federaciones y los clubes deportivos. Esta misma
situación se refleja en la falta de licencias de maternidad con dinero, ni
guarderías en los sitios donde entrenan, o horarios flexibles, empujando a
estas deportistas a dejar el deporte tras el parto, frenando su potencial y
quitándole al país su talento. Algunas atletas tienen que hacer malabares
absurdos para compaginar ambos roles, a menudo sin el soporte que
necesitan.
Además de eso, la invisibilidad en los medios desempeña un papel crucial, sin
duda exacerbando la desigualdad que ya existe. Usualmente, los medios, salvo
raros casos, le dan muy poca cobertura al deporte femenino, ¿verdad? Por lo
general, cuando sí cubren algo, la destreza atlética pasa a segundo plano; el
físico y el rol de género se destacan, sosteniendo así una imagen un tanto
superficial. Aparte de restar valor al esfuerzo femenino, este pobre apoyo
dificulta bastante que las niñas tengan ejemplos motivadores. Imagínate,
¿Cómo podrán soñar con ser deportistas de alto nivel si nunca las ven en tele,
en los periódicos, o si nunca transmiten sus partidos o competencias?
A pesar de esta difícil situación, las peruanas continúan adelante. Cada
esfuerzo en el campo, en la pista es un signo de tenacidad asombroso. Desde
la remota Amazonía, donde el deporte sirve para empoderar y huir de la
violencia de género, a las ciudades grandes, vemos mujeres, como Kimberly
García, doble campeona mundial de marcha atlética, mostrando que con
trabajo duro se llega a la cima, y las futbolistas, que luchan incansablemente
por la profesionalización de su liga, desafían prejuicios, rompen barreras,
exigiendo su lugar. Programas como "Igualdad, Mujer y Deporte" buscan dar a
conocer sus éxitos, diciéndoles que son campeonas, animándolas a repetir sus
logros.
La lucha de nuestras atletas es la de todas las mujeres en pro de la igualdad.
Es imprescindible callar los prejuicios, amplificando las voces y éxitos de
estas deportistas quienes, en cada movimiento, tanto goles como saltos,
demuestran que el auténtico espíritu deportivo no tiene género y merece
idéntico respeto y apoyo.